Postura
aeróbica en pespuntes ceniza de lo acontecido y el presente. Papel brillante de
resurrección excesiva con evocación a la polimorfía en la obra de Jazmín
Giordano
Texto: Charlotte von Mess
Traducción: Ignacio Havre
La favorita de Jazmín Giordano en la
galería Selvanegra es como un petit bouquet de acelga llevado por una
novia: raro, kitsch, y permite imaginar el después de la cocción: una tortilla,
una tarta. Es un viaje en el tiempo donde el presente que se exhibe va hacia su
futuro.
Como es bien
sabido, la princesa Lady Di padecía bulimia. Fue víctima de la opresión de la Reina
Isabel II, de su rol de mujer que debía dar un heredero, del matrimonio con un
hombre castrado por su madre que tenía una amante a la que amaba, de la sangre
azul en sí. Si Diana hubiera sido boxeadora como Alejandra Locomotora Oliveras, la realidad inglesa y la influencia sobre otras
mujeres hubiera sido muy distinta.
El punto atrayente
es que las mismas señoras de los 90´s que consumían las campañas gráficas de Gianni
Versace (asesinado un mes y medio antes de la muerte de Lady Di en la puerta de
su mansión en Ocean Drive, Miami) con las top models Claudia Schiffer y Naomi
Campbell, entre otras, y que soñaban con ser Lady Di, ¿de verdad querían ser
esposas del príncipe Carlos? ¿Por qué elegían la vida de una mujer sumisa que
era valorada por pequeños actos de rebeldía?
¿No sería más rebelde alguien que directamente pasara de eso?
Locomotora Oliveras es pentacampeona
mundial de boxeo, Lady Di era de familia aristocrática casada con un príncipe.
Muchas mujeres aún hoy en el secreto solitario de sus vidas, sueñan de modo
místico con un príncipe azul y no con entrenarse/extenuarse físicamente durante
ocho horas diarias. Sueñan con ser jóvenes, delgadas, hermosas, ricas, amadas,
pero no con lograr hacer mil abdominales sin cansarse o leer ochenta libros al
año. Quieren que el afuera haga por ellas.
Bien dice esta
deportista en una entrevista que le hizo Flor Monfort en Las 12: “Son muchísimos años ininterrumpidos de gimnasia, a mí no
me regalaron el cuerpo ni los cinco títulos mundiales, ni los compré en una
juguetería.” En cambio Lady Di adquirió el título de princesa por casarse con
un príncipe.
Locomotora habita su cuerpo al
entrenarse y competir; Lady Di huyó de sí misma comiendo y vomitando para
cumplir con la norma social de no ser gorda. A las mismas mujeres que consumían
las fotos que los paparazzi robaban
de la privacidad de la princesa, se les abrían los poros de asombro al ver el
look delgado de Diana, como si las revistas fueran papel estampado de regalo
para envolver la nada obediente y anodina de sus propias existencias. Miraban
el vivir oprimido de otra al mejor modo de terror doméstico-hogareño.
Las inconfundibles
mujeres místico/soñadoras, que ya analizó Simone de Beauvoir en El segundo sexo, ideaban su propio monstruo
con el cuerpo muerto de Lady Di. Ella termina reconstruida en la prensa por la
prensa, al estilo Mary W. Shelley erigiendo literariamente a Víctor Frankenstein,
quien crea un ser a partir de cadáveres. Como diría Esther Cross en relación a la
autora londinense y su “silencio cadavérico”, así se anuncia Lady Di: una
muerta en vida sin voz.
La poeta
feminista Alejandre escribió en su cuenta de Twitter: “Ya no hay dios, hay
realeza; ya no hay realeza, hay famosxs; ya no hay famosxs, hay exposición en
Facebook e Instagram.”
¿Y dónde
están los hombres hétero-cis? En las obras de Jazmín Giordano brillan literalmente
por su ausencia entre tules, strass, rosa Dior y chicle, rosa-rosa, fucsia y un
chillón dorado. En una obra anterior, sólo puede verse un hombre trans o una
drag king (la propia artista) pero están implícitos, como el dios masculino en el
arte renacentista y las mujeres con la mirada perdida hacia lo alto.
El uso del
autorretrato por parte de Jazmín Giordano podría hacernos pensar en Cindy Sherman
como protagonista crítica de lo que fotopermancea. Sobre todo la serie de
mujeres ricas ultra maquilladas de Society
Portraits (2008). Pero Jazmín Giordano no es tan oscura: es saturada, ostentosa,
excesiva y repetitiva/reiterativa, con una postura óptica de tarjeta musical
representando, como Sherman, estereotipos femeninos donde el aparente buen
gusto (de hun elado) no es
barroco/alegre-anímico estilo Iris Apfel, sino delirio femenino que se vende
como normalidad en los 90´s.
Las máscaras
logradas a través del maquillaje por Cindy Sherman y de la pintura y videoinstalaciones
por Jazmín Giordano, dejan visible el patetismo de una mujer que sonríe
mientras la aguijonean sin detener la mueca muestra dientes. Como Lady Di sonriendo
en un centro de esquí con la misma boca que horas antes dejaba pasar el vómito
con lo devorado, congelada por el frío y rodeada por la pureza de la nieve aria.
Sin embargo, esas mujeres ricas de Sherman como Lady Di, están sumergidas en un
pantano al igual que la vaca moribunda en la película La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel.
Jazmín
Giordano, al retomar a María Julia y Zulemita Menem revuelve estómagos porque
el lado pop de ambas no es el de la fallecida vedette Cris Miró o alguna otra colega
como María Fernanda Callejón o Panam, ellas en realidad son sólo personas
honestas y trabajadoras. La elección de personajes pop funestos por parte de la
artista tiene más que ver con un guiño a la corrupción política. El caso de María
Julia y Zulemita tomadas por Giordano señala que tal nivel de impunidad provoca
carcajeo/memes.
Por otro
lado, el costado crítico de La favorita
se pone en jaque cuando entra en juego el mercado de arte, o sea, el dinero.
María Julia, Zulemita y Lady Di son el tipo de personas con poder adquisitivo como
para comprar obras de arte y resguardarlas dentro de sus propiedades. Es un
orgullo para los artistas vender sus producciones pero, ¿quién las compra?
Entonces la telenovela pop decadente deja entrar a escena a los mismos artistas
que la cuestionan.
Un buen
modo de criticar es banalizar para, en verdad, no criticar. Por ejemplo, el
filósofo chino Sun Guo dice en su libro paradigmático El agua blanca (1995), que desde el punto de vista de la
patologización de lo político-kitsch por medio de la propaganda lingüística que
en otra época tuvo un recorrido glamoroso y gigantesco, el presente del
presente deja todo reducido a un análisis sanguíneo incómodo en la escalera
mecánica de un shopping.
Lo
aspiracional está en la obra de Jazmín Giordano no sólo en los personajes que
toca sino y sobre todo, por los que miran. A quienes verdaderamente observa con
lupa es a los espectadores, poniéndolos frente al espejo de lo que ambicionan o
permitieron que existiera.
La videoinstalación
de Jazmín Giordano, con el inquietante apellido pop del peluquero mediático
Roberto Giordano, podría haberse llamado como la muestra de Maurizio Cattelan en
la Tate Modern de Londres (2009): Vida-pop:
arte en un mundo material.
La favorita es una obra política explícita
de Jazmín Giordano, entonces es válido preguntarse: ¿Ai Weiwei puede vender
obra luego de ser crítico con el régimen chino, al igual que Banksy con la
institución del arte? Pero el punto de vista de Jazmín Giordano que hace
hincapié en el lado pop de la democracia mostrada por las desfavorables Menem-Alsogaray
y la monarquía, por parte de Lady Di que nunca gobernó, solo hizo caridad como
cualquier señora neobillonaria, es un punto visual de vaso medio lleno de champagne
con una porción de pizza mordida como segmento del sinsentido latinoamericano.
La obra de
Jazmín Giordano tiene que leerse dentro del contexto político y social que
critica al poner en primer plano a sus protagonistas. ¿No es más pop el que consume
pop que el que hace pop?
Con esta
obra en particular, Jazmín Giordano se arriesga a ser considerada una artista
comprometida, feminista y crítica o una artista frívola-banal. Es un gran
riesgo de su parte.
Carl Jung
dijo: “Un zapato que se adapta a una persona, puede quedar mal en otra.” Ese es
el peligro del pop: sonar superficial. Sin embargo, la frase del psiquiatra
suizo se completa con otra oración: “No existe una receta para vivir que se
adapte a todos.” En la explicación de
una idea aparentemente obvia, resuena la elocuencia o la inteligencia. En La favorita no está presente la explicación o conclusión de una frase supuesta como fácil y en esa barandilla
pende la interpretación trivial o profunda de su hacer dependiendo quién
juzgue.
Cindy
Sherman, por el momento, no ha trabajado a
la inversa, o sea, poniendo un organismo humano hecho en cartón y pintura
con su rostro real detrás. Ella usa
todo el cuerpo. Giordano, por su parte, en esta serie también lo hace con las
acciones aeróbicas, pero al incorporar su rostro a los personajes, es más pose
de estudiantes secundarios o turistas de cabotaje (los wanna be) que se sacan fotos de recuerdo en lugares preparados para
ellos con ese fin.
El terror
que puede provocar Giordano con Zulemita, María Julia y Lady Di, también entra
como easy canapé en perspectiva, por
lo tanto, ingresar a la galería Selvanegra
de golpe podría ocasionar un susto. Luego devendría el relax pop. También
se podría crear la falsa ilusión de que ya
pasó. Lady Di hace muchos años que murió debido a un accidente
automovilístico en París; María Julia ya está muerta también por un cáncer de
páncreas y Zulemita es una abnegada madre de familia.
La doctora
Neelam Vashi estudia la Snapchat
Dysmorphia que padecen muchos centennials deseosos y ansiosos por querer
parecerse a sí mismos en sus publicaciones de Instagram con filtros, de llevar
lo virtual a la realidad para seguir así en una rueda de irrealidad a través del
autorretrato/performance patológica. Aquí podría agregar la idea del filósofo
italiano Massimo Cacciari, que ya no considera a los individuos que conforman a
las masas como líquidos, sino gaseosos. Por un lado, de modo literal
debido al exceso de gas consumido y por otro al estado casi incorpóreo otorgado
por lo virtual. Como por ejemplo parte del proceso de realización de Jazmín
Giordano: foto de María Julia/ pintura de María Julia con el rostro de la
artista/ foto de esa pintura en las redes.
Lejos de la
desazón, la gracia smoothie de Jazmín
Giordano se consume como cóctel de vitaminas para continuar un poco más en estado
de espectador crítico y autoanalítico, intrínseco a la praxis
vegano/vegetariana que propone el tempo-selfie
actual.
Frío,
nieve, Zulemita animal-carnal-vampiresa, familia en la nieve, María Julia,
plumas, piel humana blanca enrojecida, animales muertos, animales cultivados,
buitres y cerdo/sangre-Carrie White.
Lo encantador
de La favorita es que todo ocurre al
mismo tiempo, al igual que la instalación audiovisual de Julian Rosefeldt, Manifiesto (2015). La construcción se
hace sin seguir un hilo argumental. Allí Cate Blanchett interpreta distintos
personajes tal como Cindy Sherman en su película de terror Office killer (1997) y Giordano en su video Imperio y las apropiaciones corporales con su rostro.
La obra de
Jazmín Giordano es tan kitsch y crítica como la obnubilación antropológica ante
muñecas termoplásticas con las se pueden pedir turnos sexuales, o los que aman el
scat.
En cuanto a
elementos ridículos en tierras naturales, podríamos citar la bicicleta
fija: ¿una bicicleta que no se mueve? Gastar calorías como un hombre que
eyacula en un vasito de plástico para tener un hijo. Una persona circula en
auto, no sube escaleras sino por ascensores, un lavarropas lava sus prendas
sucias y después se sienta a pedalear en una bicicleta fija.
Otra
cuestión grotesca es la repetición: aerobics una y otra vez. Ellos vacacionan en Las Leñas, nosotros
también. La revista Gente en
invierno muestra cuerpos femeninos en la nieve y en verano en la playa, siempre
con poca ropa como si hicieran inmutables 33°. En el siglo pasado, fotos de una
chica de 21 años en la nieve; en este siglo, fotos de una chica actual de 21
años en la nieve.
En cuanto
al wanna be de la pizza con
champagne, que a su vez prototipa como carroña el lado vulgar del menemismo en
los 90´s, podría vincularse a los ricos que se reúnen a cenar anualmente en el
hotel Waldorf-Astoria de Nueva York para comer cucarachas, grillos y
tarántulas. Los ricos queriendo vivir experiencias exóticas dentro de su bagaje
de elecciones cotidianas y luego algo sencillo al alcance de muchos como lo es
el ir de vacaciones a la nieve, en particular donde haya suficiente como para
esquiar y no unos pocos centímetros para
pobres que pronto vuelven todo barroso, resbaladizo y sucio.
Esta
videoinstalación de Jazmín Giordano es impactante por el futuro que deja ver. Contemplamos
ese pasado e inmediatamente también su sobrevenir, que es el ahora. Entonces Facebook
es como una revista People/Gente donde los protagonistas y
generadores de contenido son los propios usuarios que creen ser famosos mostrando fotografías de sus
casas, mascotas, lo que están por comer y selfies (es claro que tienen poder
adquisitivo para comprar un buen celular promedio pero no a un excelente fotógrafo
que diseñe una puesta y los fotografíe en tercera persona). Entonces, Internet
como un anfibio, anda entre la fama y el anonimato continuamente. Hoy una
imagen de Gente podría valer casi tanto
como la de una señora que muestra en las redes lo que cocinó por la tarde o el
viaje al Caribe de un anónimo. Pero ambos son wanna be: en Gente venden
imágenes para vender otra cosa y que los lectores deseen esa vida ajena y no la
que tienen; con Facebook también, solo que el
usuario es usado porque no obtiene dinero, aunque tal vez sí ganancias
simbólicas, como los artistas que no reciben dinero en metálico con la venta de
sus obras y crean contenidos para museos, galerías de arte, etcétera y se
sienten conformes con eso.
La videoinstalación
de Jazmín Giordano excede la videoinstalación, como una avispa que pica, no un
avestruz que esconde la cabeza en su plumaje grisáceo.
Si bien
esta muestra es un cementerio porque todo quedó atrás, el wanna be sí sigue vivo, aunque quizá con otros deseos. Lo kitsch-vintage hace de la revisión de lo
muerto un cementerio parque donde los epitafios casi no se ven. ¿Qué hay debajo
de esa cosa aparentemente apacible, serena e inocente? El papelón ciudadano.
Las imágenes
de Zulemita y María Julia traen consigo al ex presidente Menem, su mandato y
contexto. Como en la nouvelle de César Aira recientemente editada, La cuestión, donde hay un planteo que genera cosquilleo: pone sobre la mesa que
en Argentina no podría existir la monarquía. No es casual que Jazmín Giordano aproxime
personajes de la democracia, la monarquía y de aparente éxito adquisitivo
social.
El
protagonista pone el ejemplo de Evita y Perón: si la fórmula Perón-Perón
hubiera sido llevada adelante, ¿qué diferencia habría con la monarquía si es un
matrimonio el que gobierna? Entonces uno de los dos tiene que morir, en ese caso Evita. Cuando Perón gana con
Isabelita, muere él.
El delirio
argumental continúa cuando analiza que si bien Cristina Fernández y Néstor
Kirchner no se presentaron al unísono, también se podía percibir la situación
como monárquica. Entonces murió él. Pero ella, durante su gobierno, siguió
llamándose Cristina Kirchner, no usaba el viuda
de, por lo tanto era como si continuara casada y por eso tuvo problemas de
salud. Según el protagonista del libro, el modo saludable de nombrarla es
Cristina Fernández.
Después
habla de las similitudes entre Máxima Zorreguieta, Máximo Kirchner y Máximo
Menem. Que una reina y herederos políticos compartan ese nombre no deja de ser
llamativo incluso en un libro de ficción.
En la
nouvelle, César Aira propone más observaciones trastornadas, como siempre en sus
textos: cuando Máxima y Guillermo Alejandro de los Países Bajos asumieron como
reyes el 30 de abril de 2013, el hermano de él, Friso, ya estaba en estado de coma
irreversible debido al accidente que tuvo en un centro de esquí el 17 de
febrero de 2012, e Inés Zorreguieta, hermana de la reina, se suicidó este 2018.
En la
novela se plantea que de las tres herederas a la corona de Holanda, una será
reina (Amalia), otra padecerá una tragedia (Alexia) y otra será libre (Ariane).
Por eso
mismo, cuando se habita la instalación/insistencia
La favorita, la nouvelle genera una
elipsis, como un alfil en una jugada crucial de ajedrez: personajes con un
sinfín de retrogradismos insensatos y la noción enorme de un quantum pop-kitsch-vintage puestos en
una tiara de fantasía o de diamantes por Jazmín Giordano.
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